Miguel Ángel Gallardo Ortiz, ingeniero y criminólogo, PERITO JUDICIAL PRIVADO
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Un análisis criminalístico del crímen de los Galindos
para Canal 9 y EL MUNDO TV, en directo el 28.11.05, a las 24 horas
con tres hipótesis criminalísticas, abiertas a la discusión y al debate

Todo caso no resuelto puede, y debe ser analizado utilizando métodos de la lógica y las matemáticas más rigurosas. Es algo más difícil hablar con rigor criminalístico de lo que no se conoce, que de lo que puede ser fácilmente observado, mostrado, demostrado, probado y comprobado, pero cuando sólo podemos elaborar hipótesis más o menos certeras y pertinentes, debemos ser especialmente cuidadosos para plantearlas criminalísticamente bien, al menos, con rigor lógico y matemático. Evidentemente, lo que más importa en un crimen no resuelto policialmente es la identidad del autor, o de los autores, sus cooperadores y sus cómplices, identidades a las que sólo se puede llegar idealmente por indicios y presunciones, más indagaciones, nuevas comprobaciones y así sucesivamente hasta llegar lo más cerca que sea posible de cuantas evidencias, pruebas indirectas e inferencias resulten relevantes. El por qué, cómo, cuándo, dónde y el qué de cada indicio sirven,  o deberían de servir, para inferir una autoría en base a pruebas (documentos, testimonios, pericias y reconocimientos policiales o judiciales). Posiblemente, la mejor prueba sea la confesión, pero incluso ésta puede ser contradictoria, y falsa, por lo que tampoco puede condenarse a todo el que confiesa un crimen, entre otros motivos porque tal vez el auténtico culpable pueda quedar impune así, definitivamente.

Las técnicas de atribución de autorías de asesinatos forman parte de la criminalística más dura, que es la que debe fundamentar una acusación formal. Pero las técnicas de atribución de autorías no siempre forman parte de ciencias duras en las que no caben interpretaciones subjetivas y libres. En este sentido, la grafología o la geología, son mucho más blandas que la genética o la topografía, porque en estas últimas, aunque también quepan interpretaciones, sus grados de libertad están muy reducidos. Una identificación genética basada en suficientes secuencias es siempre mucho más fiable que la atribución de la autoría de una firma o anónimo, de la misma manera que una medición topográfica es, siempre que se utilicen los instrumentos adecuados, mucho más fiable que una estimación geológica. En cualquier caso, es imprescindible distinguir muy bien entre datos e interpretaciones, porque la confusión entre unos y otros puede ser muy engañoso incluso, y esto es lo más terrible, para policías, fiscales y jueces. Sobre técnicas de atribución de autorías en general, pero especialmente sobre documentos sofisticados, hemos publicado un trabajo sobre estilemas criminalísticos en http://www.cita.es/estilema

Dicen los grandes expertos de Scotland Yard con los que yo tuve el privilegio de tratar en 1992, que siempre hay algo del criminal en el escenario del crimen, pero también, y es muy importante tenerlo en cuenta en toda investigación, siempre queda algo del escenario, y de las víctimas, en el criminal (ya sea en su mente, en su cuerpo, en su bolsillo, o en su esfera de influencia), por lo que la introspección criminológica con técnicas criminalísticas es muy importante para cualquier planteamiento investigador de casos no resueltos, como sigue siéndolo el de los Galindos. Los buenos criminalistas preguntan al criminal que todos llevamos dentro. Y el mío, el que siempre me acompaña aunque yo no quiera, tal vez tenga una triple personalidad, porque me dice que hay  tres hipótesis abiertas que resisten, todavía, más de 30 años después, cualquier refutación policial, pericial o jurídica. Las  formularemos más adelante, pero antes hay que dar una base lógico-matemática suficiente.

La teoría del análisis matemático ofrece algunas herramientas intelectuales para clarificar un poco más lo que no se conoce. Para explicarlas con palabras y con conceptos sencillos hay que recordar lo que es una ecuación (como pueda serlo un dato o un indicio que podría plantearse a su vez como otra ecuación) y una incógnita (como pueda serlo una identidad), y a partir de ahí, considerar, al menos instrumentalmente, que existe un sistema general de ecuaciones como éste:

f1 (x1, x2,....... xn, t) = 0
f2 (x1, x2,....... xn, t) = 0
...
fm (x1, x2,....... xn, t) = 0

En el que cada f es la formalización de un dato o indicio, y cada x es una incógnita, siendo t la variable tiempo. Para quien ha estudiado matemáticas superiores, a partir de esta sistematización de lo desconocido (x1, x2,....... xn, t) en rigurosa relación con lo conocido (f1, f2,....... fn), se distinguen 3 tipos de problemas (el cuarto es el peor de los posibles, cuando hay falsedades y también más incógnitas que ecuaciones):

Los incompatibles, en los que alguien miente, o hay errores que producen contradicciones porque ninguna incógnita puede tomar dos valores distintos, y a veces, podemos no saber el auténtico valor de una incógnita, pero sí que hay dos posibles valores de los que sólo uno puede ser cierto. El principio de no contradicción es la base de la lógica y por extensión, de toda la Ciencia, incluyendo en ella a cualquier especialidad criminalística. Algo más discutible es el principio del tercio excluso, por el que algo es, o no es, sin que pueda existir una tercera opción, porque caben interpretaciones relativistas que tampoco son admisibles si hay contradicción, porque el principio de no contradicción es el más fuerte, el superior, el que domina todo el pensamiento científico.

Los indeterminados, en los que faltan ecuaciones, o lo que es lo mismo, datos, indicios o pistas para inferir lo que no conocemos. En mi opinión, el crimen de los Galindos se encuentra en esta categoría, porque faltan algunos datos, indicios o pistas para que sea resuelto, o en mayor rigor, para que pueda llegar a ser resuelto algún día, mediante un sistema de análisis criminalístico determinado, y compatible, es decir, sin falsedades indetectables.

La teoría analítica anterior, basada en sistemas de ecuaciones, es una simplificación útil, que debe ser aplicada con prudencia y cuidado, porque hora que el más pequeño ordenador tiene potencia de cálculo suficiente como para despejar cientos de ecuaciones en pocos instantes, no es más fácil resolver problemas criminalísticos que hace 30 años. Además, la lógica y sus leyes aplicables a la resolución de problemas criminalísticos nunca podrá ser automatizada, y siempre será necesario el talento pericial para plantear hipótesis certeras. Tal vez se pueda sistematizar el procedimiento de comprobaciones, pero las proposiciones lógicas siempre tendrán algo de irreptible, de innovador, de artístico, incluso en la criminalística más rigurosa. Para comprender lo que aquí pretendemos no sólo hace falta haber estudiado algo de LÓGICA CLÁSICA (aristotélica), LÓGICA SIMBÓLICA, LÓGICA DE ENUNCIADOS Y LÓGICA PROPOSICIONAL, sino que también hay que tener ideas claras para detectar falacias, como por ejemplo puedan serlo las Falacias formales (non sequitur), Falacias Inductivas o las Falacias de Irrelevancia, por cierto, demasiado frecuentes en el periodismo amarillo. Para evitarlas, recomendamos tener presente lo expuesto en http://www.cita.es/falacias

En todo caso sin resolver puede cuestionarse la criminalística aplicada hasta la fecha, y en casos como el de los Galindos, pasado cierto tiempo, por ser desafíos para todos los criminalistas vocacionales, deberían de hacerse efectivos los derechos que emanan del artículo 105 de la Constitución Española para posibilitar el acceso a los archivos y registros públicos, incluyendo los policiales, fiscales y judiciales. Un CD-ROM con todos los documentos de los autos escaneados sería útil para la criminalística, la enseñanza de la criminalística, y el conocimiento de sus límites reales por la sociedad, desde una perspectiva histórica. Esta idea va a ser expuesta en el próximo
IX CONGRESO NACIONAL DE CRIMINALÍSTICA Y CIENCIAS FORENSES (IX NATIONAL CONGRESS OF CRIMINALISTICS AND FORENSIC SCIENCES )
V CONGRESO INTERNACIONAL DE CRIMINALÍSTICA Y CIENCIAS FORENSES (V INTERNATIONAL CONGRESS OF CRIMINALISTICS AND FORENSIC SCIENCES)
VI CONGRESO IBEROAMERICANO DE CRIMINALÍSTICA Y CIENCIAS FORENSES (VI IBERO-AMERICAN CONGRESS OF CRIMINALISTICS AND FORENSIC SCIENCES)

que se celebrará en Iguazú, Argentina, del 16 al 19 de agosto de 2006, según anunciamos en http://www.cita.es/congreso/criminalista

Considerando todo lo anterior, las fuentes públicas y varias obras y noticias publicadas sobre el crimen de los Galindos (más abajo se ofrecen 3 artículos recientes bastante ilustrativos con relevantes datos y referencias), podemos apuntar 3 líneas hipótesis, cada una de ellas con múltiples variantes distintas:

PRIMERA HIPÓTESIS.- El autor o los autores tienen una relación desconocida, y probablemente muy débil, o muy indirecta, con las víctimas. En esta hipótesis la mejor explicación de que 30 años después no se tenga identificado a ningún sospechoso nos hace pensar que todos podemos asesinar y ser asesinados impunemente siempre que no tengamos relaciones con los autores o las víctimas. Es decir, que existe el crimen perfecto en los casos sin por qué, cómo, cuándo, dónde y el qué relacionables con autores y víctimas. Se plantea un irresoluble problema criminalistico cuando el terrorismo indiscriminado en el que el terrorista no tiene un objetivo, o alguien decide matar por matar sin beneficio ni motivo. Un buen ejemplo de ello se narra en la magnífica novela de Truman Capote "A sangre fría", que ha sido comentada en la página de Internet http://www.cita.es/comentando

SEGUNDA HIPÓTESIS.- Que el autor sea también una víctima, es decir, que se suicidase intentando además enmascarar su autoría.  Esa es la hipótesis del fiscal-jefe del caso de los Galindos, ya jubilado, Alfredo Flores, pero si es fuera así, probablemente ya nunca pueda ser confirmada y quedará en la incertidumbre de los casos no resueltos en los que el asesino se lleva consigo todas las pistas, indicios y datos necesarios para resolver el caso.

y TERCERA HIPÓTESIS.- Posiblemente la más aterradora de todas, en la que el autor o autores conocerían los medios de investigación, y peor aún, que hubieran interferido en la investigación. Todos los crímenes policiales son muy difíciles de investigar, porque el investigado se sabe investigado, y tiene poder y oportunidad de investigar, despistar, coaccionar o eliminar a quien le investigue. Son los llamados delitos de inteligencia, que suelen quedar en la impunidad, porque mientras mantengan el control de los medios de investigación podrán impedir que ésta avance. En todos los casos no resueltos, incluyendo los de desaparecidos, siempre cabe la posibilidad de que el auténtico delito sea el de quien debería esclarecerlo. En este sentido, se recomienda leer atentamente el trabajo sobre policiología forense publicado en http://www.cita.es/policial

Hasta donde hemos podido conocer, no existe ningún dato cierto y confirmado que sea contradictorio con ninguna de las 3 hipótesis anteriores. Es posible que exista alguna otra que me gustaría mucho poder analizar con otros expertos. El debate está abierto, y yo estoy dispuesto a revisar todas y cada una de mis hipótesis, e incluso a descartarlas si se me demuestra que alguna de ellas es imposible, y también quiero conocer otras hipótesis que yo no alcanzo a imaginar en este momento.

Algunas noticias publicadas sobre el crimen de los Galindos

El quíntuple crimen de Los Galindos cumple 30 años sin ninguna pista sobre el móvil ni sus autores
Cinco personas fueron asesinadas en el cortijo sevillano con armas distintas
Efe, Sevilla
El quíntuple crimen del cortijo sevillano de "Los Galindos", ocurrido el 22 de julio de 1975, cumple 30 años sin que el tiempo transcurrido ni la prescripción del delito, ocurrida en 1995, hayan aclarado nada sobre el móvil ni sobre sus autores. El crimen de "Los Galindos", uno de los más famosos y sangrientos de la España del siglo XX, ocurrió en una calurosa tarde de julio en un cortijo de la localidad de Paradas, distante 50 kilómetros de Sevilla, donde cinco personas fueron asesinadas con tres armas distintas.

Las víctimas fueron el capataz del cortijo, Manuel Zapata, y su esposa Juana Martín; el tractorista José González y su esposa Asunción Peralta; y el también tractorista Ramón Parrilla, todos ellos de edades comprendidas entre 30 y 60 años.

El capataz y su esposa fueron asesinados a golpes con una pieza de acero, Ramón Parrilla de disparos de escopeta, y el otro tractorista y su esposa fueron golpeados y quemados sobre un montón de paja en un cobertizo.

El día 22 de julio de 1975 fueron hallados todos los cadáveres excepto el del capataz, lo que llevó a centrar todas las sospechas sobre él hasta que tres días después su cuerpo fue encontrado en la parte trasera del cortijo, oculto bajo unas pajas, y la autopsia determinó que posiblemente fue el primero en morir.

Su esposa fue encontrada en el dormitorio de su casa, situada en una de las alas del cortijo, con regueros de sangre que indicaban que había sido transportada al menos por dos personas, y el tractorista Parrilla apareció en el camino de acceso, a unos doscientos metros de la vivienda, tras haber recibido un primer tiro en el cortijo y luego ser alcanzado y rematado al intentar huir.

A partir de ahí comenzó una exhaustiva investigación en la que hubo todo tipo de hipótesis: crimen pasional, motivo económico, reyertas y drogas, aunque ninguno llegó a reunir suficientes pruebas ni siquiera con ayuda de una exhumación de los cadáveres realizada ocho años después.

Alfredo Flores, ex fiscal jefe de Sevilla que se jubiló hace unos meses, destacó en su despedida ante la prensa que este caso fue uno de los más llamativos de su carrera y dijo que, pese a todas las hipótesis posteriores, "la versión que más me cuadra fue la primera de un crimen pasional" cometido por uno de los hombres fallecidos.

El sumario prescribió en 1995 al haber transcurrido veinte años, tal como prevé el Código Penal, por lo que incluso si el autor o autores confesasen ahora, lo que no ha ocurrido, no podrían ser juzgados ni condenados.

El crimen ha dado lugar a cientos de artículos periodísticos, a varios libros como los de Alfonso Grosso y el periodista sevillano Francisco Gil Chaparro, y a una película protagonizada por Lola Flores.

Gil Chaparro, el periodista que más sabe en Sevilla sobre el crimen después de años de investigaciones, define el suceso como "el más sobrecogedor de la España negra" pero también "el más burdo y perfecto".
 
CRÓNICA NEGRA
El crimen de Los Galindos
Por Francisco Pérez Abellán
 Zapata, que confiadamente hablaba con el asesino, sentado en su despacho, no esperaba en modo alguno que este le agrediera con el trozo de la pieza rota de la empacadora con la que jugueteaba hacía un rato. Inesperadamente, el criminal atacó al capataz por la espalda golpeándole el cráneo hasta destrozárselo.

Por los tiempos en los que sucedió el crimen, el cortijo Los Galindos era una propiedad rentable y bien cuidada. Estaba al cargo de Manuel Zapata Villanueva, de cincuenta y nueve años, el capataz, y de su mujer, Juana Martín Marcías, de cincuenta y tres. Igualmente contaba con tractoristas y jornaleros fijos. La propiedad estaba situada a 3 kilómetros de la localidad sevillana de Paradas, entre las poblaciones de Marchena y Carmona, por la carretera llamada de El Palomar. Paradas es un típico poblado andaluz de calles limpias, muy embellecidas por sus moradores, que muy poco antes habían logrado el primer premio en un concurso convocado para galardonar a los pueblos mejor cuidados. La localidad de Paradas está situada a 500 kilómetros de Madrid y a 53 de Sevilla. El último censo que precedió al rosario de muertes que acabaría con cinco de sus vecinos fue de 10.106 habitantes.

Los Galindos era una propiedad de unas 400 hectáreas de tierra agradecida que daba buenas cosechas de trigo, cebada, girasol y aceituna. A los entonces propietarios, los marqueses de Grañina, les había llegado a través de la compra por el hermano de la marquesa, Francisco Delgado Durán, que la adquirió en 1950, cuando apenas tenía veinte años. A su muerte, ocurrida trágicamente en un accidente de automóvil en Portugal, el 19 de febrero de 1969, pasó a manos de sus padres, que la cedieron a su hija casada con Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Grañina. Al cortijo se accedía por un camino de tierra rojiza que tenía algunos árboles. Al entrar, la vista se topaba al fondo con el cobertizo con balas de paja apiladas. A la izquierda estaban las viviendas, la más cercana y mejor surtida, la de los marqueses; y un poco más a la derecha, mucho más modesta, la que ocupaban el capataz y su mujer. Al otro lado del un patio cerrado con una tapia estaba la Casa de máquinas, donde se guardaban los aperos de labranza y junto a ella el granero, todo dispuesto alrededor de un patio por el que circulaban sin dificultad los tractores.

La mañana del 22 de julio de 1975, el tractorista José González, de veintisiete años, trasladó la orden de Zapata al recadero del cortijo, Antonio Fener, para que marchara al campo con los otros labradores a "acuchillar" a los pies de los pinos, lo que no era muy habitual. Quedaron en el cortijo solos Zapata, Juana y José hasta pasado el mediodía, cuando José fue requerido probablemente a instancias del asesino para ir al pueblo a recoger a su mujer, Asunción Peralta, de treinta y cuatro años, que había trabajado como temporera en Los Galindos antes de casarse. Seguramente aquel encargo tenía como objetivo aclarar algún sucedido en la finca o debatir un secreto del que Asunción participaba. Mientras José González se dirigía a su casa en su coche SEAT-600 color crema, en Los Galindos se desató la tragedia. Zapata, que confiadamente hablaba con el asesino, sentado en su despacho, no esperaba en modo alguno que este le agrediera con el trozo de la pieza rota de la empacadora con la que jugueteaba hacía un rato. Inesperadamente, el criminal atacó al capataz por la espalda golpeándole el cráneo hasta destrozárselo. Debía obedecer a un plan preconcebido porque acto seguido se dirigió en busca de Juana a la que conocía de sobra, que le había visto entrar y conversar con su marido, por lo que no podía dejarla viva. La atacó con la misma arma. Pero esta vez de frente, golpeándole el rostro varias veces hasta que le quedó aplastado, con el aspecto de una máscara de goma. El asesino no actuaba solo y así quedó patente al observar el rastro de sangre que dejó en el suelo. Primero un enorme manchón correspondiente a un cuerpo arrastrado pesadamente y después un goteo que marca cómo el cuerpo fue izado, probablemente sujeto por pies y axilas hasta ser depositado en el dormitorio, donde también dejaron la pieza de la empacadora con la que la habían matado. Al salir, los asesinos cerraron la puerta con un candado. Instantes después regresó González que venía con Asunción. Fueron recibidos por los criminales que les apuntaban con la escopeta de Zapata. Sin intercambiar apenas palabras –los crímenes se sucedieron de forma muy rápida, probablemente entre las tres y las cuatro de la tarde—, nada más salir del coche, la pareja fue empujada hacia el cobertizo. Allí fueron vilmente asesinados a tiros y golpes así como rociados de gasolina y gas-oil. En ese momento debió llegar alguien inesperado: era el tractorista Ramón Parrilla, de cuarenta años, que se había quedado sin carburante. De repente se vio encañonado por una escopeta. Trató de huir pero inmediatamente le dispararon. Se protegió con los brazos donde recibió dos descargas. Sangrando y con los brazos destrozados dejó un reguero de sangre por el itinerario de su escapada imposible, primero hacia el interior del casería y, finalmente, hacia la salida de la finca, por el camino de tierra roja. Pero no pudo ir muy lejos: en una zanja, junto a un árbol, se derrumbó herido de un disparo que le entró por la espalda. Allí caído fue rematado sin piedad. Debían de ser las cuatro de la tarde pasadas. Los asesinos cubrieron el cadáver de Parrilla con paja, siguiendo un extraño ritual que les llevó a ocultar el cuerpo de Zapata, a encerrar el de Juana con un candado, y finalmente a quemar los del matrimonio González.

A las cuatro y media, una espesa columna de humo se levantaba del caserío de Los Galindos alarmando al recadero Fenet y a los otros trabajadores que corrieron hacia la casa porque pensaron que estaba ardiendo. Al llegar descubrieron la paja del cobertizo que se quemaba con extraña violencia. Se acercaron y notaron que debía estar empapada de combustible porque ardía de una forma especial. Además, de las pacas se desprendía un denso y sospechosos olor. Buscaron al capataz sin encontrarlo, pero en seguida vieron la sangre, casi a la vez que descubrían los cadáveres consumidos del matrimonio González. Ni siquiera podían imaginar que eran ellos. Inmediatamente fueron al pueblo a dar aviso a la Guardia Civil. El comandante del puesto, un cabo, acompañado de un número, se desplazó al cordel puesto, un cabo, acompañado de un número, se desplazó al cortijo donde pudo comprobar el extraño caso que se le presentaba. Tras recorrer las dependencias de la vivienda del capataz siguiendo los rastros de sangre llegaron ante la puerta cerrada con el candado. Sin saber qué podían encontrarse al otro lado, descerrajaron el candado de un tiro. Una vez abierta la puerta se encontraron con la macabra escena de Juana tendida en la cama con el rostro aplastado. Habían mucha sangre, y ya los vecinos del pueblo, que se habían acercado en gran cantidad al saber que algo raro sucedía en Los Galindos, habían descubierto que el reguero que iba hacia fuera terminaba junto al camino de acceso, exactamente en un lugar oculto por un montón de paja. Fue suficiente trastear un poco allí para que quedara al descubierto el cadáver del tractorista Parrilla, el único que resultaba reconocible.

El crimen de Los Galindos fue un asesinato complicado, lleno de matices que no habría sido difícil de resolver si hubiera ocurrido en una gran urbe con toda clase de medios para la investigación criminal, pero en Paradas, un pueblecito desprevenido, con un pequeño cuartel de la Guardia Civil, resultaba casi imposible enfrentarse a tanta complicación. Además, los vecinos andaban toqueteándolo todo: la pieza de la empacadora que fue el arma criminal, el SEAT-600 de donde sacaron la escopeta que los asesinos habían abandonado allí tras los crímenes, las ropas y cuanto podía ser susceptible de ofrecer una pista a los investigadores. Quedaron conculcadas todas las reglas que es preciso seguir para salvar huellas y además se sacaron conclusiones precipitadas.

Tanto los vecinos como la Guardia Civil encontraron cuatro cadáveres mutilados y fríamente asesinados y echaron en falta al capataz de la finca, Manuel Zapata. No aparecía por ninguna parte. Así las cosas parecía lógico pensar que era el responsable de tanta muerte. Por eso todos los efectivos se pusieron inmediatamente a buscarlo. Mientras se había dado aviso de lo que había ocurrido a los marqueses, presentándose en seguida el marqués, Gonzalo de Córdoba, y el administrador de la finca, Antonio, su mano derecha. Pero en aquel momento lo único que importaba era encontrar a Manuel Zapata, a quien se le creía perdido en el campo, loco y armado. Aunque lo buscaron incansablemente, no lo encontraron. Peinaron la finca, revisaron las construcciones del caserío y patrullaron los alrededores sin resultado. Sorprendentemente, al llegar la oscuridad, el marqués y su administrador pasaron la noche solos en Los Galindos. Durante el día 23 se siguió buscando sin resultado. No fue hasta la mañana del 25 cuando el cuerpo de Manuel Zapata fue finalmente hallado, aparentemente en el mismo lugar donde lo habían arrojado los asesinos: detrás de la Casa de máquinas, muy cerca de la pared, en el hueco de un árbol, cubierto de paja. En un lugar imposible para estar oculto tanto tiempo. Precisamente allí había orinado entre tanta búsqueda un policía municipal de Paradas sin percatarse de que estaba el cadáver de Zapata, aunque a lo peor fue puesto allí con posterioridad. Podemos considerar casual la última muerte, la de Parrilla, pero los dos matrimonios estaban relacionados. Estos cuatro sabían algo comprometedor que se llevaron a la tumba.

Más de veinte años después, ninguna de las numerosas incógnitas que rodean el quíntuple asesinato de Los Galindos ha sido aclarada, aunque el tiempo no ha transcurrido en vano: la hipótesis policial que señalaba como autor material al tractorista José González, que según esta habría matado a los demás y se habría suicidado después, fue desmontada y desmentida. Es la única justicia que se ha hecho en el caso Los Galindos.

http://www.tinet.org/~jcgg/Policiacos/Los_Galindos.htm
El Crimen de Los Galindos
EL 22 de julio de 1.975, bajo un sol de justicia, el cortijo de “Los Galindos”, propiedad del Marqués de Grañina y cercano a Paradas (Sevilla) fue testigo de un suceso espeluznante. Cinco buenas personas fueron asesinadas entre la una y las tres de la tarde: Manuel Zapata Villanueva, capataz, Juana Martín Macías, su esposa; José González Simón, tractorista, su esposa Asunción Peralta Montero y otro tractorista suplente, Ramón Parrilla González. ¿Por qué fueron asesinadas y por quién? Nunca se ha sabido quién o quienes lo hicieron aunque el móvil bien pudiera ser económico.
Jornaleros que trabajaban alejados de las edificaciones de la finca vieron una columna de humo. Temiendo que se tratara de un incendio corrieron a apagarlo. Vieron paja ardiendo cerca de un tractor con el depósito lleno de combustible cerca de un bidón de gasoil e intentaron apagarlo. Entre la paja que ardía había dos cuerpos, uno de los cuales estaba completamente calcinado. Corrieron a avisar al capataz pero no fue hallado y su mujer tampoco. No había nadie. Pero sí que había un reguero de sangre desde la puerta de entrada de su despacho hasta un árbol que bordeaba la carretera. Al pie del árbol, cubierto a medias con paja, estaba el cadáver del tractorista Ramón Parrilla con el pecho y los brazos acribillados por disparos de escopeta.
Avisada la Guardia Civil, el cabo comandante del puesto Raúl Fernández y un guardia acudieron al lugar. Vieron sangre bajo la puerta de la vivienda del matrimonio Zapata y el cabo la abrió de una patada. Encontró un gran charco de sangre que parecía indicar que se había arrastrado un cuerpo hasta el recibidor. Llegó a la puerta de la alcoba y estaba cerrada con candado. Disparó la pistola sobre el candado y entraron en el cuarto.
El cuerpo de Juana Martín estaba con el rostro destrozado con una barra de hierro de más de medio metro de largo que estaba sobre un mueble. Como faltaba Zapata se le atribuyeron las muertes pues ya se sabía que los restos calcinados en la paja eran del tractorista González y de su mujer.
Algunas personas le habían visto llegar al pueblo en un SEAT 600 entrar en su casa y salir con su mujer en dirección a la finca muy rápidamente, según manifestó el guardabarrera que les vio pasar. Se sospechó que José y Juana se habían enterado que Zapata y Asunción mantenían una relación y José la llevaba al cortijo para que lo declarara y, al enfurecerse el capataz los mató a los tres y echó a correr. Fue sólo una sospecha.
Se perdió un tiempo precioso –tres días- lo que pudo ser la causa del fracaso de la investigación. Se descuidaron las inspecciones oculares desapareciendo las huellas y rastros necesarios para localizar al autor o autores de la matanza. La perra propiedad del asesinado capataz fue empleada por la Guardia Civil para rastrear. El animal volvía invariablemente al cortijo y olisqueaba en un montón de balas de paja.
A base de escarbar encontró el cuerpo de su amo ya descompuesto. Había sido la primera víctima. Le habían golpeado en la nuca con la barra de hierro que era una pieza de la empacadora. La misma que usaron también para matar a su mujer.
La autopsia de Juana reveló que las heridas que le produjeron la muerte habían sido lavadas muy posiblemente en un intento de reanimarla. Esto hizo pensar que González, casi sin fuerzas para cargar con el cuerpo de Juana, había ido en busca de su mujer lo que explicaría que el arrastre del cuerpo terminó cuando entre los dos pudieron levantarlo. De ahí las marcas de goteo que llegaban hasta la alcoba en donde lavaron las heridas. Los asesinos los vieron y los mataron.
Zapata había ido a la cercana Paradas a hacer algunas gestiones bancarias y regresó al cortijo después de las 12. Alguien le esperaba pues se cambió de ropa rápidamente. El administrador había estado en el cortijo temprano.
En la diligencia de autopsia se apreció que Manuel Zapata debió de estar dentro de alguna habitación de la casa sentado con una pierna encima de otra como si estuviera hablando frente a alguien. Y detrás de él una persona muy fuerte esgrimió la barra de hierro golpeándole hasta matarlo. El cadáver quedó en el lugar del crimen y permaneció sentado.
Ya rígido, sin que nadie lo viera, fue sacado en la silla poniéndolo en el montón de balas de paja. Los asesinos sólo querían matar a Zapata pero no tuvieron más remedo que asesinar a los que iban llegando pues eran conocidos. Debieron de quedarse con dinero que faltaba en algún lugar. Daba la impresión de que eran unos chapuceros afortunados que además provocaron una mala investigación por parte de la Guardia Civil.
Antonio Moreno, un juez especial designado para este caso manifestó años más tarde que las primeras horas de las investigaciones ya determinaron el fracaso de la localización del criminal o criminales. Fue dificultosa la primera inspección ocular del lugar de los hechos pues los que curioseaban por el lugar y los medios de comunicación que acudieron, entraron en el cortijo y destruyeron numerosas pruebas. La Guardia Civil hizo lo mismo al carecer de experiencia para llevar las investigaciones de este suceso tan espectacular.
Dos cadáveres fueron encontrados acostados en sus camas sobre un enorme charco de sangre y los fotógrafos y la televisión pudieron filmar y fotografiar la habitación ordenada, tras ser adecentada para este menester. Los asesinos tuvieron bastante suerte y eligieron la fecha premeditadamente. No había juez titular, ni forense, y los mandos de la Benemérita estaban de vacaciones.
El delito, que marcó aquella época, ha prescrito hace unos ocho años, lo que quiere decir que en el caso de que el asesino o asesinos fueran hallados no podrían ser enjuiciados, condenados ni encarcelados. Hasta podrían ganar millones presentándose a contar su “hazaña” en cualquier programa de televisión basura.
Fdo. Capitán Centellas.

Aproximación al origen y desarrollo del
periodismo de investigación en Andalucía
http://www.us.es/grehcco/ambitos03-04/03reig.pdf
3.2.8. El crimen de Los Galindos
Francisco Gil Chaparro, periodista de El Correo de Andalucía, lleva a término en 1995 la reconstrucción de los hechos y la aportación de nuevos datos
acerca del conocido como «crimen de Los Galindos», un asesinato múltiple y no resuelto que se cometió en el cortijo del mismo nombre, situado en la localidad
sevillana de Paradas. El suceso inspiró a Alfonso Grosso la novela Los invitados que fue llevada al cine.
Los asesinatos tuvieron lugar en julio de 1975. Veinte años después, y cuando ya el delito estaba prescrito desde la óptica judicial, Gil Chaparro publicó
en el citado diario un reportaje dividido en doce capítulos en los que daba a conocer algunos datos -sobre todo documentos gráficos- hasta entonces ignorados
por el público. Los reportajes fueron editados con posterioridad en un libro que contiene unas palabras introductorias en las que el periodista nos narra lo esencial de su método de trabajo:
«Fueron horas y horas dedicadas en exclusiva a Los Galindos, con seguidas visitas a la Hemeroteca Municipal, con continuadas entrevistas con jueces, fiscales,
abogados, agentes policiales y personajes de Paradas y de su entorno, de los que en la mayoría de los casos recogí sus voces en una pequeña grabadora con la única intención de que la fidelidad y la ausencia de improvisación o la interpretación especulativa fuera la base de mi reportaje; sino más bien al contrario: la realidad de lo que cada uno de ellos me contara» .

Bibliografía específica del crimen de los Galindos

GROSSO, Alfonso: Los invitados, Ed. Planeta, Barcelona, 1978. La novela fue finalista del Premio Planeta que anualmente convoca la editorial.
GIL CHAPARRO, Francisco: El crimen de Los Galindos, Colecció—n Ambitos para la Comunicaci—ón, Serie Testimonios Period’ísticos, Grupo de Investigaci—ón en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicació—n, Universidad de Sevilla, 1999.

Comentario final (previo al debate)

Repito que, hasta donde hemos podido conocer, no existe ningún dato cierto y confirmado que sea contradictorio con ninguna de las 3 hipótesis que he propuesto anteriormente. Es posible que exista alguna otra que me gustaría mucho poder analizar con otros expertos. El debate está abierto, y yo estoy dispuesto a revisar todas y cada una de mis hipótesis, e incluso a descartarlas si se me demuestra que alguna de ellas es imposible, y también quiero conocer otras hipótesis que yo no alcanzo a imaginar en este momento. En todo caso, agradecería el acceso a la documentación completa de los autos judiciales, y el apoyo para conseguir que sean escaneados y publicados en un CD-ROM al amparo del artículo 105 de la Constitución Española, porque considero, sinceramente, que es un caso digno de ser expuesto en el Congreso de Criminalística a celebrar en Iguazú, del 16 al 19 de agosto de 2006, según  se anuncia en http://www.cita.es/congreso/criminalista

Un análisis criminalístico del crímen de los Galindos
para Canal 9 y EL MUNDO TV, en directo el 28.11.05, a las 24 horas
con tres hipótesis criminalísticas, abiertas a la discusión y al debate

Fdo.:Miguel Ángel Gallardo Ortiz, ingeniero y criminólogo, PERITO JUDICIAL PRIVADO
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